Ofrezco pan a los gorriones.
Ellos aterrizan sobre el césped.
Se posan en el verde cortado.
Que huele brotes amargos.
Les tiro migas enromes,
blancas y esponjosas.
Nubes caídas.
Pero no se acercan.
Solo ladean la cabeza.
Y sin hacerme caso
miran furtivamente la hierba.
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