UNA ESCRITORA, VARIAS CUESTIONES


1.- Lo que pulsiona mis poemas:

Para mí el poema es una insinuación puesta en palabras, como un instante que intento retener. Y lo que lo comienza y sostiene (lo que le da vida) suele ser precisamente todo aquello que se me escapa, a lo que no consigo ponerle nombre o describirlo de otro modo. Pero que forma parte de mi vida cotidiana. Y de mí.

Se trata pues de una especie de caja de resonancia donde, por suerte, no hay que buscarle algo tan molesto como un sentido. O un mensaje. Porque aunque lo tenga, no es mi voluntad que comunicarlo lo que impulsa mis poemas.


2.- Influencias:

Quiera o no, a la hora de escribir soy yo misma y mis influencias. Literarias y visuales principalmente. Un amalgama de poetas, novelistas, cineastas  y de formas de ver la realidad plural y en constante transformación. 

De todos modos, el ideal regulativo desde el cual escribo, la situación abstracta en la que me apoyo cuando empiezo, es siempre la idea (real o ficticia, no me importa) de estar haciendo realmente lo que quiero. Esa libertad es la principal influencia, la columna vertebral de mi impulso de escribir. Rodeada, por supuesto, de todo lo demás. 



3.- El pacto con el lector:

No escribo poesía descriptiva, con vocación narrativa, donde el mensaje está claro y expuesto desde el primer momento. Por eso, es cierto que en muchos aspectos podría resultar críptica y difícil de leer si se observa desde ese punto de vista. Pero también es cierto que no es esa la actitud que se debe tener a la hora de leer mi poesía. Más bien todo lo contrario.

Los versos exigen una actitud activa por parte del lector, una voluntad de reescribir e interpretar aquello que leen. Para de este modo hacerlo suyo. Y esto es así porque la poesía que me interesa es la que busca, a través de una experiencia traspasada por la ambigüedad del lenguaje, una despersonalización donde lo mío se vuelve de otro. Con el lenguaje reescribo mis experiencias, haciendo así que se separen de mí. Como si fueran una casa ajena, que recorro y observo sin tocar ni llevarme nada. Como si yo fuera un invitado invisible. Y cuando me imagino un posible lector, pienso en él como si fuera ese paseante invisible que intento ser. Que recorre las estancias y las observa, viéndolas y aprehendiéndolas por primera vez a través del poema.


4.-  Acción o observación:

No me interesan los pactos que plantean la escritura poética como mero desahogo de la expresión o como registro confesional. Pero tampoco la poesía meramente descriptiva, con exceso de verbos activos.

Como algunas novelas de Estados Unidos, donde se ensalza la acción. Porque la realidad no es así, no solamente. Reducirla al registro de los hechos es un poco amanerado. Creo que la acción que va acompañada de observación, de meditación o incluso de reflexión rítmica está más cercana a mi ideal. La concentración te abre al mundo. Moverse en la frontera entre la descripción, la acción y la observación pasiva será siempre mucho más rica que una versión sobredesarrollada de únicamente uno de los tres pilares anteriores. Por tanto, si tuviera que describir mi manera de estar en la realidad, haría mías las palabras de Henry David Thoreau: "La realidad es siempre estimulante y sublime".


5.- Poesía y sociedad:

Presto atención a los diálogos que se producen a mi alrededor. Eso es para mí el "compromiso social". La sensibilidad del poeta está tan expuesta a los males de la sociedad como la de cualquiera. Quizá la diferencia reside en que esos "males" son expresados de forma distinta (ni mejor ni peor) a la del registro meramente informativo. 

Cuando empecé a escribir creía que la poesía debía centrarse en los "grandes temas inmortales", aquello común a todos los hombres (amor, soledad, tristeza, valentía, etc). Posteriormente me planteé que quizás debería centrarme en mi contexto social más inmediato, sobretodo conforme la situación se iba volviendo cada vez más y más complicada. 

Pero la verdad es que actualmente no me interesa la poesía que propone deliberadamente dar cuenta de lo político. Le veo los hilos. Sí me interesa (y mucho) cuando eso sucede de una manera accidental, no buscada, como hablando de otra cosa. Creo que cuanto menos se lo propone el poeta, mejor puede escuchar y expresar "las características de la época". Los mejores poemas sobre estos temas suelen ser, como en la fotografía, resultado de una toma accidental.

Por tanto acabé asumiendo lo evidente: es mi universo lo que me alimenta. Me costó mucho aceptar mi propio mundo como espacio proveedor, pero actualmente creo que el único compromiso del poeta debe ser con ese imaginario personal, que en última instancia siempre está traspasado por el contexto social en el que vive.