La créme brûlée es igual
a la crema catalana,
las separan ligeros
matices sin importancia.
Dijo.
Lo mejor es cuando
cruje, continuó.
Cuando cruje.
Reímos en el sol de
la gran sala y rompimos
el caramelo tostado con
nuestras cucharas.
Recuerdo el anillo dorado
en su anular, la piel blanca.
Una mirada modesta.
Y su eterno retorno.
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