Tiene las manos hermosas,
suaves y ligeras,
como papel de arroz.
Sentado en la avenida
a la sombra de un chopo
le da de comer a las palomas.
Su expresión es soñadora,
sus dedos parecen tibios.
Le digo a mi acompañante:
Mira las manos de ese anciano,
¿cómo crees que será la
afortunada que un día
las tuvo cerca?
Noto que me mira extrañada:
Esa pregunta es un poco rara.
Una sobra de huevo blanco
se posa en mi garganta.
Intento no volver a mirarlas.
Y seguimos nuestro camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar :)