*

Tiene las manos hermosas,
suaves y ligeras,
como papel de arroz.

Sentado en la avenida
a la sombra de un chopo
le da de comer a las palomas.

Su expresión es soñadora,
sus dedos parecen tibios.

Le digo a mi acompañante:
Mira las manos de ese anciano,
¿cómo crees que será la
afortunada que un día
las tuvo cerca?

Noto que me mira extrañada:
Esa pregunta es un poco rara.

Una sobra de huevo blanco
se posa en mi garganta.

Intento no volver a mirarlas.

Y seguimos nuestro camino.

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