*

Estiré las arrugas.

No quedó mucho mejor
que cuando ocupabas
la mitad del colchón
con tu cuerpo, siempre liso
como el círculo de una pupila.

Borré las huellas
dactilares, pequeñas
manchas de grasa
en el silestone
de la cocina.

Me tragué
los pelos que dejaste
en el desagüe.

Finalmente,
parpadeé dos veces.
Parpadeé. Dos. Veces.

Había ganado una guerra.

Al día siguiente
suspiré en una cama
infinita e hice crujir
el diario del día anterior.

"El fin del conflicto
deja millares
de desaparecidos".

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