Qué pasa cuando le das demasiadas vueltas a las cosas

El verano no consigue
cegar los interrogantes.

Y cada mañana, vestida
con una camiseta sin mangas,
con dos piernas y varios ojos

analizo la luz del desayuno.

Descifro el idioma de las pepitas,
el futuro que me depara el café,

pero también

las horas de oficina y una madurez
demasiado incipiente en las sienes.

Como si me enfrentara a ese Oráculo
donde una vestal me acusa de deisida
mirando alucinada unas vísceras de pájaro.

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